Una metáfora literaria sobre ciertos aspectos del psicoanálisis
Literatura y Psicoanálisis: crossroads III
Literatura y Psicoanálisis: crossroads III
Sobre un extracto de Brooklyn Follies, novela
de Paul Auster, Ed. Anagrama, Barcelona, 2006
Berlín, Sept de 2016, por Claudio Steinmeyer
A P.A. con respetuoso afecto.
Quizás fue en este parque del barrio de Steglitz, Berlín donde sucedió la historia. |
Se
trata de una historia que el protagonista de la novela, Nathan Glass, comparte
con su amigo Tom. Y yo ahora la comparto con los lectores que no hallan tenido
la oportunidad aún de leer la novela..
Paul
Auster tiene cierta relación de proximidad con el psicoanálisis, por la época, a través de su esposa psicoanalista, además él
mismo leyó alguna que otra cosa de Lacan.
Se
trata entonces de una entrañable escena que sucede por cierto en Berlín lo que
en mi caso particular le agrega un especial condimento.
Es una
anécdota contada en primera instancia por la prometida de Kafka, Dora Diamant,
y que Paul Auster reproduce en el diálogo entre Nathan y su amigo Tom. La
narración presenta entonces un doble
filtro subjetivo que tanto conviene al psicoanálisis como lo enseñó Lacan en el
Seminario sobre La Carta Robada y que actualmente se reproduce en la estructura
del pase.
Presta
su interés a nosotros porque refleja algunas cuestiones que ilustran muy bien lo
que podemos encontrar en un caso clínico y no sólo en el psicoanálisis con
niños:
La pérdida
del objeto que puede precipitar un duelo, un trauma, un síntoma. El encuentro
con el psicoanalista. Los efectos del discurso de la histeria que ponen a
trabajar a su destinatario. El deseo del analista en la decisión que instaura
el acto a la entrada –reflejado en la inmediatez con la que Kafka decide tomar
cartas en el asunto; la puesta en juego del amor de transferencia junto a la
regularidad de los encuentros que proponen un tope a la regularidad de la
repetición del goce; la interpretación que en este caso tiene cierto valor de
construcción y su relación con la verdad lógica. Al respecto me parece oportuno citar a Freud
en este punto: “Con mucha frecuencia no
logramos que el paciente recuerde lo que ha sido reprimido. En lugar de ello,
si el análisis es llevado a cabo correctamente, producimos en él una firme
convicción de la verdad de la construcción que logra el mismo resultado
terapéutico que un recuerdo vuelto a evocar.” (Construcciones an análisis,
19
Y en
efecto la niña logra cierto alivio al reintegrar la subjetividad en una
historia que le devuelve en forma invertida el deseo oculto en su propio lapsus
de perder a la muñeca.
Pues
bien, he aquí el extracto del texto. Que
lo disfruten !
-Vale.
Cuéntame ya esa historia.
- De
acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca...Estamos en el último año de
vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant., una chica polaca de
diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora
vive en Berlín. Tiene la mitad de los años
que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka
desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con
quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la
primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices
de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones de
Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la
historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días
contados.
>>Todas las tardes, Kafka sale
a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un
día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka
le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone
inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca
ha salido de viaje”, le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña.
“Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes
ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa
sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya
no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la
verdad?
>>Kafka vuelve inmediatamente
a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve
cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando
compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación
requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es
debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca
perdida por una realidad diferente, falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo
y verosímil según las leyes de la ficción.
>>Al día siguiente, Kafka
vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y
como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta
mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita
salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le
hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada.
La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la
mantendrá al corriente de todas sus actividades.
< Tres semanas.
Uno de
los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su
precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias
de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda
atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras
palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue
diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al
colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto,
pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen
imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el
momento en que la muñeca desaparezca de
su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme
que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas
posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del
que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el cambo, incluso la casa donde
la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca
se despide de su antigua y querida amiga.
>>Para entonces, claro está, la
niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y
cuando concluyen esas tres semanas, las cartas le han aliviado de su desgracia.
La niña tiene tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada
para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas
de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad
deja de existir.
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