sábado, 24 de septiembre de 2016

Franz Kafka, Berlín y la niña de la muñeca / Literatura y Psicoanálisis: crossroads III


Una metáfora literaria sobre ciertos aspectos del psicoanálisis
 Literatura y Psicoanálisis: crossroads III
Sobre un extracto de Brooklyn Follies, novela de Paul Auster, Ed. Anagrama, Barcelona, 2006

Berlín, Sept de 2016, por Claudio Steinmeyer

A P.A. con respetuoso afecto.


Quizás fue en este parque del barrio de Steglitz, Berlín donde sucedió la historia.





Se trata de una historia que el protagonista de la novela, Nathan Glass, comparte con su amigo Tom. Y yo ahora la comparto con los lectores que no hallan tenido la oportunidad aún de leer la novela..
Paul Auster tiene cierta relación de proximidad con el psicoanálisis, por la época,  a través de su esposa psicoanalista, además él mismo leyó alguna que otra cosa de Lacan.
Se trata entonces de una entrañable escena que sucede por cierto en Berlín lo que en mi caso particular le agrega un especial condimento.

Es una anécdota contada en primera instancia por la prometida de Kafka, Dora Diamant, y que Paul Auster reproduce en el diálogo entre Nathan y su amigo Tom. La narración presenta entonces  un doble filtro subjetivo que tanto conviene al psicoanálisis como lo enseñó Lacan en el Seminario sobre La Carta Robada y que actualmente se reproduce en la estructura del pase.

Presta su interés a nosotros porque refleja  algunas cuestiones que ilustran muy bien lo que podemos encontrar en un caso clínico y no sólo en el psicoanálisis con niños:
La pérdida del objeto que puede precipitar un duelo, un trauma, un síntoma. El encuentro con el psicoanalista. Los efectos del discurso de la histeria que ponen a trabajar a su destinatario. El deseo del analista en la decisión que instaura el acto a la entrada –reflejado en la inmediatez con la que Kafka decide tomar cartas en el asunto; la puesta en juego del amor de transferencia junto a la regularidad de los encuentros que proponen un tope a la regularidad de la repetición del goce; la interpretación que en este caso tiene cierto valor de construcción y su relación con la verdad lógica.  Al respecto me parece oportuno citar a Freud en este punto: “Con mucha frecuencia no logramos que el paciente recuerde lo que ha sido reprimido. En lugar de ello, si el análisis es llevado a cabo correctamente, producimos en él una firme convicción de la verdad de la construcción que logra el mismo resultado terapéutico que un recuerdo vuelto a evocar.” (Construcciones an análisis, 19

Y en efecto la niña logra cierto alivio al reintegrar la subjetividad en una historia que le devuelve en forma invertida el deseo oculto en su propio lapsus de perder a la muñeca.

Pues bien,  he aquí el extracto del texto. Que lo disfruten !



-Vale. Cuéntame ya esa historia.
- De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca...Estamos en el último año de vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant., una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín.  Tiene la mitad de los años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.
            >>Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje”, le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?
            >>Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente, falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
            >>Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

            < Tres semanas.
Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca  desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el cambo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
            >>Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas le han aliviado de su desgracia. La niña tiene tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.






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