por Claudio Steinmeyer, Berlín, enero de 2015
“...sólo
se reunían una vez al año y en el terreno neutral, exento de religión, de la
festividad de Acción de Gracias.....Es la pastoral americana por excelencia y
dura veinticuatro horas.” Philip Roth
Agradecemos a la Arizona Psychoanalytic Society el habernos hecho conocer el año pasado esta excelente tapa en la que se refleja el encuentro del género del cómic con el psicoanálisis. |
Sucedió que cuando ocurrieron los atentados de París, en esos
días me encontraba leyendo (lectura que tenía algo pendiente)
American Pastoral, de Philip Roth.
Una obra que como cualquier buena obra de literatura, y esta sin duda
que lo es, ofrece al lector un pentagrama en su desarrollo. Diversos temas que
se entrelazan en su melodía central y que en algunos compases se detiene
sincrónicamente para describir en detalle alguno de ellos. El contexto: una
localidad de New Jersey que va perdiendo su brillo industrial, la década del
60, comienzos de los 70, con todo el movimiento anti -VietNam durante las
presidencias de Lyndon B. Johnson y luego Richard Nixon.
Una típica familia norteamericana de clase media-alta. Él, estrella deportiva en
su juventud, ahora empresario exitoso, de origen judío. La esposa, una ex-Miss
Nueva Jersey (aunque ella deplora que se la recuerde por ese hecho) de origen
católico. La hija adolescente, terrorista.
En efecto, asistimos a la producción de una terrorista. Con la
colocación de dos artefactos explosivos asesina a cuatro personas. Digo asistimos
porque refleja un poco el modo en que el
padre asiste impávido durante todo el crecimiento de su hija hasta que la bomba
estallaba, en el sentido de que estalló.
Una temprana tozudez, un tartamudeo estratégico, son los primeros
signos subjetivos que avisan sobre la personalidad en ciernes. Rasgos que el padre no supo ponderar, y cuando
el psiquiatra de su hija intenta hacérselos ver, el padre reniega todavía un
buen rato de ellos. En la metáfora literaria, esta hija representa quizás el
cambio de una sociedad. Hay una ruptura con la sociedad de la “prosperidad
americana” que el padre no logra asimilar, aceptar: ¿Cómo pudo pasarnos esto?
¿qué hemos hecho mal como padres, nosotros que se lo hemos dado todo a nuestra
hija?
Es una obra en la que no hay héroes.
Los acontecimientos de París del 7 ENE 2015 están aún muy frescos. Fue
a partir de la marcha organizada en aquella ciudad cuatro días después, que
quizás algo del momento inicial de estupor, el instante de ver, en la secuencia
subjetiva descripta por Lacan, comienza a ceder al proceso de duelo, al momento
de comprender.
Una comprensión que seguramente seguirá derroteros distintos en cada
uno.
Recuerdo que mi primera respuesta visceral expresada a través de un
tweet a pocas horas del primer atentado, fue algo así como que “habrá que
pensar si la sátira irónica es lo que más conviene a la época, produjo una
respuesta en lo real”.
Algunos podrán inferir que me sumo a una línea que luego tomó cierto
volumen y que críticamente podría decirse que se cayó en “culpabilizar a las
víctimas”. No es mi caso, ya en otro artículo abordé en este blog el fenómeno
del terrorismo –desde otro ángulo.
Pero es un hecho que los terroristas no están en análisis -creo-. Pero
sí editores de revistas, dibujantes o cualquier otra actividad que presente una
marcada cara pública.
Es en este marco que uno se interroga sobre la constante y sostenida
actitud provocativa (similar a la de la hija de nuestro protagonista en la
novela brevemente descripta) del
responsable de la revista C. Hebdo.
De la
orientativa e importante serie de
artículos escritos tras los atentados por el psicoanalista parisino Jacques-Alain
Miller, creo no sacar de contexto una cita de su primera publicación: “...la cuestión –cuestión de vida o muerte– será
saber si el gusto por la risa, el derecho a ridiculizar, la irrespetuosidad
iconoclasta, son tan esenciales a nuestro modo de gozar como lo es la sumisión
al Uno en la tradición islámica.” (2)
Esto es para mí una de los efectos en el análisis, que si hay un
derecho a ridiculizar es responsabilidad de cada uno saber cuándo utilizarlo,
saber cuánto utilizarlo, saber cómo y por qué utilizarlo. Dar rienda suelta a
los derechos a hablar – por fuera de las paredes del setting analítico- puede ser en muchas casos la forma de un acting out.
Si tenemos un paciente que una y otra vez nos cuenta escenas de la
calle en las que mantuvo actitudes provocativas y desafiantes, debemos
intervenir, no moralmente, sino éticamente, pues cualquier consecuencia que
esto le produzca en su vida personal se traducirá en una detención del flujo
asociativo en el interior del tratamiento.
¿Se trata de héroe aquel que lleva al límite el derecho a publicar?
Esto me cuesta por ahora un poco verlo así, especialmente en esta época. A mi
entender el acto heroico va ligado a la valentía, y me refiero a la valentía
acompañada por la angustia, caso contrario es un acto temerario que no tiene el
mismo valor subjetivo. En el heroísmo vinculado al acto terrorista, veo más a
los pasajeros del vuelo 93 durante los ataques del 11-S o los bomberos de las
torres gemelas.
Y como corolario, la muerte de una psicoanalista (3): es un detalle
que una publicación gozando de la libertad de expresión, haya traído consigo la muerte de alguien que
promueve la libertad de la palabra como forma de tratar el malestar humano.
Arriesgar la propia vida por alguien no es lo mismo que arriesgar la
vida de los demás.
Notas:
1) “Pastoral
americana” – Philip Roth, Ediciones de Bolsillo - Random House, México, Edición
de 2013
2) Los textos
completos en castellano se pueden leer en: ampblog2006.blogspot.com.es
3) Nos referimos a la Dra. Elsa
Cayat, psicoanalista y colaboradora de la revista Charlie Hebdo. Murió durante
el ataque.
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